Los problemas fundamentales del mundo actual (guerra, hambruna, agotamiento de recursos naturales, calentamiento global y todos sus derivados) son causados principalmente por las grandes industrias y las multinacionales, apoyados por los bancos y los gobiernos en un sistema global que se basa en una siempre creciente y voraz producción en masa, sustentado por un consumismo desorbitado.
Este consumismo desorbitado a su vez es creado, provocado, estimulado y fomentado mediante el incesante bombardeo propagandístico, inventado por parte de las propias industrias para poder mantener o incrementar lo que para ellos es lo más sagrado: “la cuota de mercado”.
Dicho bombardeo propagandístico se encuentra ya profundamente araigada e incrustada en todos los aspectos de la vida, incluso más que la propaganda comunista en la antigua Unión Sovietica o la fascista en la Alemania de Hitler e, incluso, en la novela 1984 donde todo lo dominaba el Gran Hermano. Esta propaganda consumista invade la televisión, la radio, los periódicos, las revistas, las plazas, las parades de autobuses, los buzones de las casas y, desde hace algo más de una decada, internet y los móviles. En el mundo “moderno” no hay escapatoria de esta plaga que ya afecta al casi 100% de la humanidad, un porcentaje considerablemente más alto que la epidemia más devastadora de la historia, la peste, y que se conoce como: publicidad.
Para contrarestar, en cierta medida, los efectos devastadores que causa la gran industria (las empresas que cotizan en bolsa - “ellos”) y ese consumo desorbitado asociado a ella que se nutre de la publicidad, se deberían introducir unas reglas (leyes) que revierten parte del dinero ganso que se ganan (los dirigentes de) las industrias para apalear los destrozos que provocan al planeta tierra y a la humanidad.
- Si tan imprescindible es la publicidad para “ellos” a fin de mantener y ampliar ese sagrado cuota del mercado; que paguen por ello una cuota a las autoridades públicas como compensación, equivalente a lo que están dispuestos a pagar para alimentar ese espíritu consumista. En otras palabras: un impuesto del 100% sobre toda la actividad relacionada con la publicidad (siempre para empresas que cotizan en bolsa y cuotas más humanas para empresas más humanas, las PYMEs). Además, ¿No sería esta, casualmente, precisamente una de las fuentes más apropiadas de donde sacar los fondos para cubrir déficits o para financiar los servicios sociales y otros bienes comunes en vez de privados?
- Aún así, poner límites a la exposición a ese bombardeo de mensajes tan nocivos para la mente humana (come, bebe, consume, posee, ¡compra!). ¿Acaso no le ponen limitaciones de exposición a algo tan natural, sano y necesario como el sexo?
Por ejemplo que no ocupe más del 10% del espacio informativo donde aparece: tiempo en televisión y radio (tal vez volumen también), superficie en prensa e internet. Y que de ese 10% no más de la mitad sea de empresas que cotizan en bolsa. - Transparencia, veracidad y funcionalidad de los mensajes publicitario como:
- Precio real en el mismo tamaño de letra que el precio de oferta.
- También en el mismo tamaño eventuales condiciones (permanencia)
- En casos de user modelos para productos de estética personal (cosmética, dietética, salud, ropa): poner nombre, edad e incluso operaciones estéticas de los modelos.
algunos de estas reglas ya se aplican en algunos países.
- Limitar mensajes publicitarios a la funcionalidad real del producto y no a valores sentimentales supuestamente asociados como que uno liga más o es más popular o feliz por pedir las patatas que van con la hamburguesa o comprar cierto modelo de coche.
- No apropiarse de movimientos sociales como si lo hubieran inventado o formaran parte de ello cuando no es así.
- Dar referencias verificables, medibles y directamente accesibles para todo el mundo en caso de proclamar ser “número uno” (de qué, dónde, cuándo) o prometer un 20% (se puede medir?) de mejora en tres semanas.
La indignada inspiración para escribir por fin lo anteriormente expuesto surgió por la reciente (navidad 2011) hipócrita y publicidad de Telefónica (nunca tragaré su patético intento de lavado de cara/imagen cambiándose el nombre) y el todavía más despreciable y triste anuncio de la 'ever' soberbia Coca Cola. Ambos, descaradamente, autoadjudicándose un supuesto apoyo a los recientes movimientos y sentimientos sociales. A saber:
- http://www.youtube.com/watch?v=vEKdjm-nvCg (como si Telefónica funcionara por la ética del 15M)
- http://www.youtube.com/watch?v=BEhd2S5GbUg (como si Coca Cola aportara algo en los sueños)